Una nueva investigación proporciona pruebas adicionales de los daños de consumir demasiadas bebidas endulzadas, después de asociar los refrescos y otros productos que contienen fructosa, con un mayor riesgo de enfermedad hepática.
Los investigadores descubrieron que los niños y adolescentes que consumían altas cantidades de fructosa – más comúnmente encontrada en las bebidas endulzadas – tenían más probabilidades de tener Esteatohepatitis No Alcohólica (NASH en ingles), una forma de Enfermedad Hepática Grasa No Alcohólica (NAFLD en ingles).
El investigador principal Dr. Valerio Nobili, del Hospital Bambino Gesù en Italia, y sus colegas, recientemente informaron sus hallazgos en el Journal of Hematology.
La NAFLD es una condición caracterizada por una acumulación de grasa en el hígado que no es causada por el consumo de alcohol. En NASH, la acumulación de grasa se acompaña de inflamación y daños en las células del hígado, que pueden causar cicatrices, o fibrosis. La NASH puede conducir a complicaciones graves, incluyendo cirrosis y cáncer de hígado.
El exceso de peso es un factor de riesgo principal para NAFLD y NASH. Según el Dr. Nobili y colegas, las estimaciones sugieren que hasta el 9,6% de todos los niños y el 38% de los niños obesos en los países occidentales, tienen alguna forma de enfermedad hepática, incluyendo NASH.
Según los investigadores, estudios anteriores han indicado que la ingesta de fructosa en la dieta conduce a un aumento de los niveles sanguíneos de ácido úrico, y los altos niveles de fructosa y ácido úrico se han identificado en personas con NAFLD.
Para este último estudio, el Dr. Nobili y su equipo se propusieron investigar si la fructosa y el ácido úrico podrían asociarse independientemente con la NASH.
«Numerosos estudios han demostrado que los altos niveles de ácido úrico están asociados con el síndrome metabólico y la NAFLD, pero hasta la fecha, hasta donde sabemos, no hay estudios que hayan probado la independencia de asociaciones entre las concentraciones de ácido úrico, el consumo de fructosa y la NASH confirmada por biopsia,»señala el Dr. Nobili.
Para llegar a sus conclusiones, los investigadores estudiaron 271 niños y adolescentes obesos que tenían NAFLD, todos los cuales se sometieron a una biopsia de hígado.
Todos los participantes completaron un cuestionario de frecuencia de alimentos, que reveló con precisión qué alimentos consumían, con qué frecuencia los consumían y el tamaño de las porciones.
Utilizando estos datos, el equipo calculó la ingesta dietética de fructosa de los participantes. Encontraron que el refresco y otras bebidas endulzadas eran una fuente importante de fructosa. Casi el 90% de los sujetos reportaron beber refrescos y otras bebidas endulzadas al menos una vez por semana.
Los aperitivos de la mañana y de la tarde que consistían en la pizza, las galletas, el yogur, y los bocados salados eran una ocurrencia regular para casi el 95% de los participantes, según los informes del equipo.
De las biopsias hepáticas, los investigadores encontraron que el 37,6% de los niños y adolescentes tenían NASH.
De estos, el 47% tenía altas concentraciones de ácido úrico, en comparación con el 29,7% de los participantes sin NASH.
Es importante destacar que el equipo encontró que la ingesta de fructosa se asoció independientemente con altas concentraciones de ácido úrico, y la ingesta de fructosa fue más frecuente entre los participantes con NASH que aquellos sin NASH.
«En este estudio, se demuestra por primera vez que las concentraciones de ácido úrico y el consumo de fructosa en la dieta se asocian independiente y positivamente con la NASH.
El desarrollo de la NASH puede afectar notablemente la esperanza de vida y la calidad de vida en los individuos afectados y por lo tanto es crucial entender los factores de riesgo para la NASH en niños y adolescentes, con el fin de diseñar intervenciones eficaces que puedan utilizarse con seguridad para tratar a este joven grupo de pacientes,» explicó el Dr. Valerio Nobili.
Los investigadores añaden que se deben hacer mayores esfuerzos para reducir el consumo de refrescos y otras bebidas endulzadas entre los niños y adolescentes, lo que puede reducir la ingesta de fructosa y las consecuencias negativas para la salud.
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