Ni comer menos, ni el frío, ni el vino tinto. Puede que el secreto de la eterna juventud esté en la calidad de nuestras relaciones sexuales. El sexo tiene un efecto en la salud global y en la longevidad. Al menos, esto es lo que ocurre a las moscas del vinagre, uno de los animales de investigación preferido por los científicos y un buen modelo para estudiar el envejecimiento. Un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, ha demostrado que aparearse permite a las moscas vivir más y mejor y su trabajo se ha hecho un hueco en la prestigiosa revista científica «Science».
«La genética de vanguardia y la neurobiología utilizada en esta investigación indica que, al menos para las moscas de la fruta, puede que no sea un mito que la frustración sexual es un problema de salud. Esperar sexo sin tener recompensa sexual fue perjudicial para su salud y redujo su tiempo de vida», explica Scott Pletcher, uno de los investigadores que ha participado en este estudio. O, si hubiera que sintetizar: «El sexo es vida», como decían algunos anuncios publicitarios.
Con independencia del efecto en la esperanza de vida de las moscas, este estudio ayudará a la ciencia a entender mejor cómo la percepción sensorial y el estado fisiológico se integran en el cerebro y afecta a la salud a largo plazo.
Manipulación sensorial
El equipo de la Universidad de Michigan recurrió a la manipulación sensorial para proporcionar a las moscas macho la percepción de que estaban en un ambiente sexualmente activo. Lo hicieron produciendo feromonas femeninas con la ayuda de machos genéticamente modificados. Los investigadores también fueron capaces de manipular las neuronas específicas responsables de la percepción de feromonas, así como partes del cerebro relacionadas con la recompensa sexual.
Durante años la restricción calórica o comer menos ha sido la única fórmula que ha demostrado prolongar la vida de verdad. Aunque quizá es solo una cuestión de percepciones. El propio Pletcher en otros estudios ha demostrado que basta solo con oler la comida para acelerar el envejecimiento, lo que demuestra el poder de la manipulación sensorial.