La creciente evidencia enfatiza los beneficios para la salud del consumo de una dieta mediterránea. Una nueva investigación sugiere que esta dieta, considerada como una dieta saludable, ayuda a preservar el volumen cerebral en adultos mayores.
Más y más estudios parecen sugerir que los componentes de la dieta mediterránea, ya sea aisladamente o en conjunto, pueden tener un efecto beneficioso sobre diversos aspectos de la salud humana.
Se ha demostrado que la dieta mediterránea «tradicional» – consistente en grandes cantidades de frutas y verduras, granos enteros, aceite de oliva, una cantidad moderada de pescado, lácteos y vino, así como una ingesta limitada de carne roja – mejora la salud cardiometabólica .
La investigación que va desde los estudios observacionales a los ensayos aleatorios, ha demostrado que la dieta puede reducir el riesgo de diabetes tipo 2 y la obesidad, ayuda a la pérdida de peso, y contribuye a la prevención de las enfermedades cardiovasculares.
Otros estudios han sugerido que la dieta ayuda a mantener la salud mental y física, bien en la vejez, y puede reducir el riesgo de muerte prematura.
Una nueva investigación publicada en Neurology, la revista médica de la Academia Americana de Neurología, analiza específicamente los beneficios de la dieta mediterránea en la salud del cerebro en adultos mayores.
Investigadores liderados por Michelle Luciano, Ph.D. – de la Universidad de Edimburgo en Escocia – examinaron los efectos de la dieta mediterránea sobre el volumen total del cerebro, el volumen de la materia gris y el grosor de la corteza.
Los autores explican que, con la edad, el cerebro humano se encoge y cada vez más células mueren. Esto puede causar problemas con el aprendizaje y la memoria.
El estudio siguió a 967 personas de entre 73 y 76 años de edad, que vivían en Escocia y que no tenían demencia, durante un período de 3 años.
A los 967 participantes se les pidió completar cuestionarios de alimentos cuando tenían 70 años – 3 años antes de recolectar datos sobre su volumen cerebral.
Entonces, 562 de estas personas tenían una resonancia magnética del cerebro a los 73 años de edad, con el fin de medir el volumen total del cerebro, el volumen de la materia gris y el grosor cortical. De estas, 401 personas tuvieron una segunda exploración cerebral a los 76 años.
Los hábitos dietéticos de las personas se calcularon mediante un cuestionario de frecuencia alimentaria. Las mediciones del cerebro se compararon con la forma en que los participantes se adhirieron a la dieta mediterranea durante el período de 3 años.
Los científicos encontraron una asociación entre la adherencia ala dieta mediterranea y el volumen cerebral.
Los participantes que no siguieron la dieta estrechamente fueron propensos a desarrollar atrofia cerebral en el intervalo de 3 años.
Más específicamente, la mala adherencia a la dieta se asoció con una reducción del 0,5% en el volumen total del cerebro que aquellos que habían seguido la dieta de cerca.
Una disminución del 0,5% en el volumen cerebral es la mitad del tamaño de lo que se considera una disminución normal debido al proceso de envejecimiento natural.
Los investigadores ajustaron las variables que pudieron haber influido en los cambios en el volumen cerebral, incluyendo la edad, la educación y las condiciones de salud, como la diabetes o la hipertensión.
El estudio no encontró asociación directa entre la dieta y el volumen de materia gris o el grosor de la corteza.
Contrariamente a estudios anteriores, esta investigación no encontró una relación entre el consumo de pescado y carne y los cambios en el volumen cerebral. Esto sugiere que otros componentes individuales de la dieta – o todos sus componentes tomados en combinación – podrían ser responsables de la asociación.
Además, a diferencia de la investigación anterior – que midió el cerebro en un punto en el tiempo – este estudio examinó los cambios en el volumen cerebral a través del tiempo.
«En nuestro estudio, los hábitos alimenticios se midieron antes del volumen cerebral, lo que sugiere que la dieta puede ser capaz de proporcionar a largo plazo la protección del cerebro. Sin embargo, estudios más grandes son necesarios para confirmar estos resultados», concluyó Michelle Luciano, Ph.D.
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