El Síndrome del Intestino Irritable (SII) es uno de los problemas gastrointestinales más comunes, pero poco se sabe acerca de sus causas. Las opciones de tratamiento se centran en aliviar los síntomas – que a menudo incluyen el comportamiento ansioso – en lugar de curar la enfermedad. Una nueva investigación puede haber encontrado una conexión entre las bacterias intestinales y el comportamiento en pacientes con SII, lo que podría conducir a nuevos tratamientos.
El Síndrome del Intestino Irritable (SII) es un trastorno gastrointestinal que afecta a aproximadamente el 11% de la población mundial. Más mujeres tienden a ser afligidas con el SII que los hombres.
Los síntomas de la enfermedad incluyen dolor abdominal intenso, hinchazón, estreñimiento o diarrea. A menudo, los pacientes también experimentan ansiedad y depresión. No se ha identificado ningún biomarcador para el SII, por lo que ninguna investigación puede decir definitivamente que alguien padece el SII. Más bien la enfermedad generalmente se diagnostica clínicamente.
Las opciones de tratamiento incluyen medicamentos y cambios en la dieta, con un enfoque en la eliminación de los llamados Foodmaps – una clase de carbohidratos que no son fácilmente asimilables por el intestino y puede causar la fermentación en los intestinos. La medicación que se prescribe típicamente incluye antiespasmódicos y laxantes, pero la eficacia de estas terapias es limitada, ya que las causas del SII siguen siendo desconocidas.
Un nuevo estudio realizado por investigadores del Instituto de Investigación de la Salud Digestiva de la Familia – Farncombe en la Universidad McMaster, en colaboración con investigadores de la Universidad de Waterloo, en Ontario, Canadá, puede haber encontrado un vínculo entre las bacterias intestinales en las personas con SII y los síntomas de su comportamiento. Los hallazgos, publicados en la revista Science Translational Medicine, pronto podrían dar lugar a nuevas opciones de tratamiento para los que viven con la enfermedad.
La nueva investigación, dirigida por el Dr. Premysl Bercik y el Dr. Stephen Collins, se propuso a investigar si la microbiota fecal de seres humanos con SII puede alterar la función intestinal y cerebral en ratones.
Para su estudio, los investigadores utilizaron individuos sanos, libres de SII, así como dos grupos de pacientes con SII: un grupo que también tenía ansiedad y otro que no. Usando transplantes fecales, transfirieron la microbiota de estos seres humanos a ratones libres de gérmenes.
Después del trasplante, los ratones desarrollaron síntomas gastrointestinales y conductuales similares a los de sus donantes. Los ratones experimentaron disfunción del tránsito gastrointestinal (cambios en el tiempo que tarda el alimento en viajar desde el estómago a través del intestino), la disfunción de la barrera intestinal (en la que el tracto gastrointestinal no proporciona una barrera hermética contra las bacterias dañinas externas como normalmente lo haría), inflamación y comportamiento indicativo de ansiedad.
Un investigador asociado con el Farncombe Family Digestive Health Research Institute y el primer autor del estudio, Giada De Palma, explica la importancia de los hallazgos:
«Este es un estudio histórico porque mueve el campo más allá de una simple asociación, y hacia la evidencia de que los cambios en la microbiota afectan tanto las respuestas intestinales como las conductuales en el SII».
El Dr. Premysl Bercik, autor principal del estudio y profesor asociado de medicina en la Universidad de McMaster, también pesa en:
«Nuestros resultados proporcionan la base para desarrollar terapias dirigidas a la microbiota intestinal, y para encontrar biomarcadores para el diagnóstico del SII», dice Bercik.
Los autores señalan que sus resultados pueden proporcionar nuevas oportunidades para el desarrollo del tratamiento. «Las terapias dirigidas por microbiota, incluyendo el tratamiento pre o probiótico, pueden ser beneficiosas en el tratamiento no sólo de los síntomas intestinales, sino también de las manifestaciones conductuales del SII», concluyen.
Según los autores, los resultados de su estudio también se suman a la creciente evidencia de que la microbiota del intestino puede afectar al cerebro y una gama de trastornos mentales. «La microbiota intestinal puede desempeñar algún papel en el espectro de los trastornos cerebrales que van desde el estado de ánimo o la ansiedad a otros problemas que pueden incluir el autismo, la enfermedad de Parkinson y la esclerosis múltiple», escriben Bercik y colegas.
Sin embargo, los autores admiten que se necesitan más estudios para aclarar completamente la conexión entre estas condiciones.
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